Bucaramanga.- Uno de los problemas más difíciles de la vida de todo ser humano es estar en prisión, pero en pocas oportunidades, pensamos o reflexionamos acerca del destino que enfrenta una familia cuando uno de sus integrantes es condenado.
Qué sucede con cada uno de
estos hogares; qué está sucediendo con las familias de más 6.500 mujeres y
hombres que están en las cárceles de Bucaramanga; qué sucede en un hogar ante
la ausencia del padre o la madre que provee.
Lamentablemente la respuesta
es más preocupante de lo que podamos imaginar; paralelo a la condena inicia el
proceso de desintegración de las familias, pues ante la ausencia de uno de los
padres, los demás integrantes enfrentan una ruptura radical de su vida: hijos
que deben abandonar su educación, menores de edad que deben iniciar la búsqueda
de ingresos, padres que deben abandonar su rol para dedicarse a sobrevivir.
Esa dura y cruda realidad fue
la que enfrentó Luz Mireya Sandoval Carrillo, al enterarse que su esposo
acababa de ser detenido por narcotráfico y debería pagar 8 años en prisión en
una ciudad distante al lugar donde residían; en su mente retumbaba la pregunta
qué voy a hacer con mis 3 hijos.
Desde ese instante empezó a “vivir esa condena
que pagan las familias de los condenados a prisión”, ya no podría ser esa mujer
dedicada al hogar y a sus hijos, ahora debía asumir el rol de madre y padre. Ampliación
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